lunes, 10 de mayo de 2010

MI AVENTURA DE SER DOCENTE

Como habrán visto en mi currículum, yo no tengo formación docente. Soy universitario y, por lo tanto, las cuestiones didácticas y pedagógicas, se me dificultan. Aprendo a ser docente por ensayo y error, como bien señala José M. Esteve.

Haber optado por esta vocación es una decisión que ha marcado mi vida. Diez años en la docencia no son muchos ni pocos, pero es un modo de vida que transforma mi ser y estar en el mundo. Con el tiempo he aprendido a valorar el trabajo que desempeño y a ejercerlo con libertad y responsabilidad. Esta actitud hacia la docencia me regala, poco a poco, el premio de la felicidad.

En este momento me siento orgulloso de mi trabajo, porque lo mejor que puede hacer un ser humano es pensar y sentir. Y, lo mejor de los mejor es hacer pensar y sentir, es dar vida en plenitud, es ser Maestro. Además, debo enseñar a mis alumnos a vivir su humanidad en plenitud, a ser libres y felices.

La mejor forma de ser maestro es rescatar las preguntas que dieron origen al conocimiento. Si lo hago, estaré enseñando a mis alumnos a ser fuentes de conocimiento y a no conformarse con repetir lo que otros han dejado. Además, como bien señala Esteve, mis clases se volverán muy interesantes y lograré involucrar mejor a mis alumnos. Quiero encender el deseo de saber.

A lo anterior debo agregar el cambio y la actualización en mis métodos y estrategias, en la forma de dirigirme a mis grupos, de presentar el conocimiento y de evaluar. Un maestro vive mientras cambia, como todo ser vivo. Renovarse o morir, dice una frase. No puedo conformarme con repetirme a mí mismo.

Lo más importante: debo ser “maestro de humanidad”. Me llama la atención esta frase, porque muchas veces, igual que los alumnos, no encuentro sentido a las materias que imparto: a) porque no son necesarias; b) porque son demasiado teóricas; o, c) por cualquier otra razón. Sin embargo, es seguro que cualquier asignatura repercute en el alumno y lo marca de por vida. Definitivamente, mi trabajo es perfeccionar a una parte de la humanidad.

Gracias a esta lectura descubro que la docencia es una vocación que se cultiva y de la que puedo obtener múltiples satisfacciones: una vida plena, de placer y felicidad que es posible compartir con cientos y miles de personas que vienen detrás de mí: los jóvenes.

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